EVITA EL MAYOR ERROR DE LA COMUNICACIÓN

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Llevo trabajando 12 años trabajando la comunicación con Escuela Inventa, me ha permitido estar delante de más de 4000 personas observando patrones que se repiten continuamente en las personas a la hora de plantear su comunicación.

Las personas que se enfrentan a la preparación de una presentación o ponencia parten de un error común, y por mucho que los adviertas, este se repite constantemente provocando en estas personas una distorsión perceptiva de la realidad, y eso, si no hablamos del estado emocional, que termina derivando en el aumento innecesario de la tensión que implica cumplir con tus propias expectativas, o bien del aumento desproporcionado del miedo, cargando con un dolor innecesario, similar al de una mochila emocional cargada de piedras.

El mayor error de la comunicación comienza con un lenguaje interno erróneo. Es en ese lenguaje donde comienza el desenfoque, sucede a través de un diálogo interno repetitivo, con frases del estilo:

  • Espero hacerlo bien.
  • Quiero ser profesional
  • Quiero hacer algo disruptivo.
  • Tengo que hacer algo diferente.
  • No quiero defraudarme a mi mismo, no quiero defraudarte a ti.
  • Quiero impactar con mi presentación
  • Quiero hacer algo especial.
  • No quiero dar vergüenza.
  • Quiero sacarle partido.
  • Quiere apasionar.

Estas son solo algunas de las frases que más escucho, las mismas se repiten con cada nuevo grupo que llega a Escuela Inventa, pero también en otras escuelas de comunicación, ya que mis colegas profesionales me indican lo mismo.

Ser especial, único, no hay que proponérselo, ya lo eres, para ello necesitamos ser auténticos, nosotros sin máscaras.

Pero ¿sabéis qué?

Cada una de estas frases no hacen más que incrementar la tensión con la que vamos a trabajar, es como si nos pusiésemos a realizar una maratón con una cruz de madera a cuestas, ¿Sois capaces de visualizar esa imagen?

Es importante saber qué cualquier expectativa creada a priori en nuestra mente no se va a cumplir, la realidad siempre es diferente a lo previsto, y en la mayoría de los casos, es más sencilla de lo que habíamos imaginado.

A grandes rasgos nos encontramos diferentes actitudes en los potenciales comunicadores:

Las personas que “por necesidad” o por una dosis, mayor o menor, de “vanidad”, arrancan sus procesos de comunicación desde el “querer impresionar”. En la mayor parte de los casos, para estas personas la frustración suele ser el resultado, lo que va a suceder en su intervención en público poco va a tener que ver con su propia expectativa, la cual le irá devorando, es probable que acabe con una enorme sensación de fracaso. Recuerda:

“El que quiere impresionar, genera el efecto contrario”

En el lado opuesto, están “los sufrientes”, el ejercicio de hablar en público genera un miedo común a casi todos, sufrir es normal. Lo peligroso es que caigamos en la trampa y nos recreemos en el dolor, muy habitual. ¡Cuidado, porque es adictivo! Es delicado juzgar a las personas en este aspecto, ya que sufren porque se sienten incapaces, o porque sus circunstancias personales les exigen mucho. Pueden llegar a tener la sensación de que no podrán hacer con dignidad el ejercicio de comunicar.

¿Por qué sucede esto?

Son múltiples las posibles explicaciones, pero yo me quedaré con una, es universal y solucionable:

Perdemos de vista el para qué comunicamos a los demás, y nos centramos en nosotros y no en la ayuda o el aporte a las personas que nos escuchan.

Es importante dejar de pensar en lo que viene más allá para centrarnos en el proceso, en el propio camino, esto nos ayuda a apartarnos de las expectativas, a librarnos del ruido, y es el único modo de silenciar la voz de la propia presión que ejerce esta sociedad del S.XXI, la sociedad del emprendedor exitoso, del superhéroe o de esa super versión de nosotros.

Vivir atrapados en medio de una cultura nihilista o narcisista, nos aboca a quedar atrapados en el “ego”, es terrible, nos desenfoca de lo importante:

Es importante centrarse en las personas a las que nos dirigimos, la comunicación es un ejercicio de generosidad para compartir ideas, experiencias o visiones.

Hay otro grupo de personas, son de lejos las que suelen salir victoriosas, son “los humildes”. Son las personas que aparcan las expectativas y se centran en seguir los pasos para llegar a la meta.  Me recuerdan al cuento de la “liebre y la tortuga”, la tortuga va paso a paso, centrada en su camino, a paso constante y humilde, sin embargo, la liebre es prepotente y se confía, se duerme y queda atrás.

Al comenzar los seminarios, siempre hay alumnos que parten de una posición aparentemente mejor, frente a alumnos más tímidos, sin embargo, al finalizar los seminarios son esos alumnos tímidos, que sin compararse con nada ni con nadie, y que confiaron en el proceso con humildad, lo llevaron a cabo hasta llegar a la meta, se superaron y brillaron sin pretenderlo.

Como dijo Leonardo Da Vinci:

“La sencillez, es la máxima sofisticación”.

La clave es sencilla, pero claro, la sencillez, “sí” es un súper poder.

Aquí está la clave:

Escuchar, parar y serenarse, es la única manera de atender las recomendaciones, las pautas y el planning de trabajo para llegar a la meta. Esto implica un enorme ejercicio de humildad, implica renunciar a tus instintos, ideas o a tu estrategia inicial.

Cuando la gente sigue estas claves, siempre, siempre… lo hace con dignidad.

Confiar es una decisión, llega cuando tienes la fe suficiente.

“La verdad nos hace libres”

Eloy Gesto

Escuela Inventa

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